En general, algunas
personas confunden el propósito con la finalidad. Por ejemplo, consideran que
aquello que realizan es para lograr tal o cual cosa por el resultado en sí
mismo: “hago esto para alcanzar determinado nivel de ingresos”. Sin embargo, el
propósito es el motor para lograr ese resultado. En este caso, podría
detectarse respondiendo: ¿para qué quiero alcanzar ese nivel de ingresos?.
Todo propósito implica un hacer específico, no podemos
llegar a una meta si primero no recorremos el camino: aquello que te movilice
para recorrer ese camino está vinculado con tu propósito esencial. Por lo
tanto, se trata de una determinación clara, anterior a la acción y durante esta
surgirá la motivación, nunca a la inversa.
En el transcurso habrá obstáculos, nunca errores ni
fracasos; ya que cuando la Misión está definida, el camino es torna iluminado.
Toda evolución no se logra en un trayecto sin obstáculos, sino en la habilidad
para poder saltar los mismos.
En cada emprendimiento de tu vida, reconoce tu propósito. Ese
“para qué” es el gran secreto motivador que te conduce en cada paso hacia el
resultado positivo.